Hay días y días,
para personas y personas: días buenos, días malos, y días de constipación que
derivan en una experiencia transgaláctica. A veces se tiene los primeros, a
veces se tiene los segundos, y algunas muy disminuidas veces, puede que bajo la ayuda de
ciertos estupefacientes, se tienen los terceros. Hasta ahora, jamás se había
documentado la sucesión de los tres casos en los Anales de la Realidad, (best-sellers
recopilados en la Biblioteca de la Rutina que han mostrado una descomunal
cantidad de lecturas, por más que ninguno de los lectores haya experimentado
otra sensación que el aburrimiento; para más información consúltese el
Compendio de Situaciones Cotidianas y Quejas sobre la Existencia, escrito jamás
terminado debido al inesperado suicidio de quienes intentaron continuar el tomo quinto),
mas Alex pasó por todos esos días en el transcurso de una semana. Algo normal
considerando que era yankee, ya que según aquellos documentos históricos
análogos en video, provenientes de la agencia recopiladora que los humanos
denominan Hollywood, nos ha confirmado que a los oriundos de “Hamurrica” suelen
sucederles tales peripecias. Por ello es seguro que él haya sido al que denominan “El Elegido”.
No había sido una
semana sencilla para el llamado Alex; le habían invitado un lunes a la Gran
Feria de los Quesos en su ciudad habitual, ese fue su día bueno. Un martes
recordó que no era un ser de tránsito ligero, ese fue su día malo. Por supuesto
que podemos suponer cuáles fueron los días que siguieron.
Mas nada de esto
es de interés al gran motor universal, ni tampoco lo atacantes que resultan los
eventos improbables a la salud de las personas probables. Así fue que el día
que Alex descubrió que su constipación se había esfumado, un domingo, y con gusto
fue a comprobar sus deducciones al baño, al momento de concluir el asunto fue
succionado por uno de esos vórtices que se manifiestan en ciertos lugares donde
la probabilidad decide jugarle una mala pasada a la comunidad científica. Según
se cuenta, hubo muchos testimonios de que aquel domingo las nubes parecieron
formar unas palabras en el cielo, y todos los testimonios concluían en que las
palabras eran: EN TU CARA STEPHEN HAWKING.
El pobre Alex, que
ni tiempo para levantar sus pantalones había tenido, no pudo ni siquiera darse
el lujo de sufrir un infarto ante tal inesperada situación. Nada de eso decía
el manual del nuevo inodoro oriental inteligente (Con un nuevo modo que ponía
una radio si la cosa se complicaba) que recién había terminado de pagar; aunque
al instante que vio las estrellas volando en torno a él entendió que quizá no
fuera un problema de plomería sino algo más.
Se limitó a
quedarse quieto, muchas otras posibilidades no se veían como posibilidades,
mientras atravesaba el cosmos a una velocidad de V20 en unidades cósmicas
(Siendo V el punto de “Voy muy rápido, creo que atropellé una anciana
alienígena” y cada número significa una potencia, se imaginarán que V20 UC era
realmente una velocidad). No gritó en ningún momento, esto tal vez fuera debido
a que en el espacio exterior el sonido no se transmite, porque sí que hubo
intentos dignos de reconocimiento.
Las estrellas, los
quásares, las galaxias, y otras cosas brillantes aun ocultas al conocimiento
del hombre común, se habían convertido en fibras de luz, se espiralaban en
paredes de un túnel hiperespacial, una especie de caleidoscopio que algunos
entes de proporciones inconmensurables regalan a sus hijos para las fiestas.
Luego el desfile quebró el espacio con un mísero ruido onomatopéyico y Alex
aterrizó en un plano inundado de luz blanquecina. No era una luz que lastimara
los ojos, no parecía entrar por los ojos tampoco, así que Alex pudo abrirlos
sin problema. No vio nada, aunque sí pudo oír.
– ¡Felicidades! Forma de vida viviente. Aunque ¿qué es la
felicidad? ¿Un estado de la mente o un conjunto de circunstancias cósmicas?
Como sea, ningún ser logra llegar hasta aquí sin sufrir en el camino la
privación de la parte viviente de su forma de vida –habló una voz.
– En efecto, tu llegada aquí fue de lo más
singular, cuando no estamos acostumbrados ni siquiera a las pluralidades –añadió
otra muy parecida.
– ¿Qué? Yo no vine a este lugar por mi cuenta.
Estaba… durmiendo cuando fui arrastrado por Dios sabe qué cosa.
– Por favor, no hables ese nombre en este
recinto, ¿No viste el cartel?
Alex al instante tuvo a su alcance una imagen de lo que le
pareció ser Dios, con algunos tentáculos de más, debajo de ella se enunciaba: “No
le acepte creaciones a este Señor” –Lo lamento –dijo –No tengo la menor idea de
cómo llegué.
–Hmm, esto es muy irregular –contestó la
primera voz – Eso debe significar que éste es “El Elegido”
–Me tienen hasta el demiurgo los elegidos –dijo
la otra voz –Si viniste es por algo ¿Qué se te apetece? Ya sé, ser todopoderoso
¿o no?
–A decir verdad –Alex arrastró sus palabras –Sólo
quería volver a mi ba… a mi cama. Pero la idea de ser todopoderoso no suena tan
mal.
–No es problema. Está hecho, además, se ve que
alguien que lleva sus pantalones así de bajos lo necesita.
Alex ni se había percatado de que como había
despegado había aterrizado. Trató de subirse la ropa, pero tropezó y cayó, o lo
hubiera hecho de haber gravedad allí.
–Por favor –la primera voz se dirigió a la otra
voz – ¿En serio vamos a otorgar la omnipotencia a éste?
–El anterior no fue mucho mejor que digamos,
por algo está el cartel –contestó la segunda –Aquí está tu omnipotencia, mortal,
y no vuelvas a hacer algo tan vergonzoso nunca. Jamás.
–Pero yo…
–Adiós forma de vida viviente de pantalones
caídos – las voces hablaron al mismo tiempo.
–Pero…
Apareció Alex frente a la atmósfera de su
planeta, de ser normal se habría muerto por asfixia pero tal parecía que las
voces no habían mentido. Miró hacia la Tierra y pudo escuchar las voces de
todas las personas; de todas las personas y algunos animales de los que descubrió
que podían hablar perfectamente, sólo que nunca habían encontrado a la
humanidad digna de una conversación interesante.
Escuchó a las personas quejarse de sus vidas,
insultar en silencio a sus superiores, rogar con ganas a un Universo que al
parecer conspiraba a su favor, e imaginar posibles mejores finales para los shows que
miraban. Escuchó a los delfines despedirse antes de abandonar el planeta, a los
perros componer sonetos a una pierna pasajera, y a los cerdos hablar acerca de
un golpe de estado al capitalismo.
Extendió su conciencia y probó su poder en
flagrantes formas milagrosas. De repente una tostada recién calentada mostró
una cara santificada, un político trató de ser honesto (dos minutos antes de
morir por un implante de prótesis de plomo), una foto en internet causó una
sobreproducción de agua potable en un continente empobrecido con cada pulsión
de cierto botón, declararon a cierto local multinacional de comidas rápidas
como tres estrellas en el concurso Michelin, una adaptación resultó ser fiel a una obra para luego ser un
fracaso de taquilla, y unos obreros de construcción le gritaron a una chica que pasaba lo
encantadora que era su personalidad.
Podía escuchar y entender todo, y sin duda
alguna hacerlo todo. Era el nuevo ser omnipotente en aquel Universo, podría
lograr que el flujo de todo fuera diferente para bien o para mal.
–Después de la siesta –pensó. Y tras dormirse,
tuvo un extraño sueño en el que le invitaban a la Gran Feria de los
Quesos, un día lunes.
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